Esta entrada forma parte de una serie que estoy realizando sobre la Revolución Científica y el Arte. Esta primera parte es una introducción en la que expongo el contexto en el que se desarrolla esta revolución y sus principales protagonistas y logros. En las siguientes entradas trataré de forma más detallada qué cambios se produjeron en los ámbitos de la Medicina, la Astronomía, la Historia Natural y las Matemáticas.
Los orígenes geográficos de la Revolución Científica hay que buscarlos en Italia, donde a finales de la Edad Media se experimentó un crecimiento económico favorecido por el comercio en el Mediterráneo. Como consecuencia, en estas ciudades, y de manera particular en las del norte de la península italiana, los grandes comerciantes se apoderaron de los gobiernos, apartando de ellos a los señores feudales y a los emperadores alemanes. Todo ello propició el florecimiento de los núcleos urbanos, en los que se gestaron los movimientos culturales del Humanismo y del Renacimiento.
Mientras que el Humanismo se caracterizaba por la recuperación de la sabiduría clásica, fundamentalmente desde un punto de vista filológico y teológico; el Renacimiento se distinguía por anteponer lo natural a lo sobrenatural. Sus promotores creían en el renacer del ser humano a través del estudio y del conocimiento de las artes, de las ciencias y, especialmente, de la Naturaleza, pues, según ellos, el hombre era ante todo un ser natural. Este interés por investigar y analizar la Naturaleza sentó las bases para el desarrollo del método científico. Aspecto que influyó en las esferas universitarias, donde se comenzaron a sustituir las clases teóricas por las prácticas.
La llegada de los europeos a otros continentes -a África, por iniciativa de los portugueses, y a América, por la de los españoles- también tuvo un gran impacto en el ámbito científico. Estas empresas despertaron el interés por conocer otros lugares y favorecieron el desarrollo de disciplinas como la Geografía, el Arte, la Cartografía, la Astronomía, la Hidrografía o la tecnología naval. De igual modo, el contacto con otros ecosistemas y culturas impulsó el estudio de la Zoología, la Botánica, la Antropología y la Etnografía.
En la difusión de todas estas ideas y conocimientos la invención y rápida expansión de la imprenta en el siglo XV fue fundamental.
Así, podemos afirmar que la ciencia moderna se inicia en el Renacimiento. Si bien es durante la época barroca -siglo XVII- cuando alcanza sus mayores logros:
En el ámbito de las Matemáticas, el Algebra experimentó un gran impulso con la introducción de los signos de las operaciones matemáticas (+, -, =); de la incógnita en las ecuaciones; de las raíces cuadradas y de los exponentes. En este sentido, caben destacarse las aportaciones de Descartes (1596-1650), quien definió la Geometría Analítica, así como las de Leibniz (1646-1716) y Newton (1643-1727), que desarrollaron simultáneamente el cálculo Infinitesimal.
En Física, Galileo (1564-1642) realizó grandes avances en el área de la Mecánica con el hallazgo de las leyes del péndulo y las de la caída de los cuerpos. Torricelli (1608-1647) y Pascal (1623-1662) descubrieron la presión atmosférica. Desde distintas partes de Europa, Boyle (1627-1691) -en Inglaterra- y Mariotte (1620-1684) -en Francia- desarrollaron la Ley de la Presión de los Gases. Por su parte, Newton con la Ley de la Gravitación Universal y las Leyes de la Dinámica se ganó un puesto entre los físicos más importantes de la historia hasta el día de hoy.
Las aportaciones en el campo de la Astronomía fueron igualmente trascendentales. Copérnico (1473-1543) defendió que el Sol ocupaba el centro del Universo y Kepler (1571-1630) descubrió las leyes de los movimientos de los planetas. Pero si hay un hecho que sobresale en el campo de la Astronomía es la mejora que introdujo Galileo en las lentes empleadas en los telescopios. Haciendo uso de tal instrumento, este estudioso dio a conocer que la Luna no era una esfera totalmente homogénea, sino que tenía relieves similares a los de la Tierra. Estudió las fases de Venus, descubrió los satélites de Júpiter y observó el movimiento de las manchas solares.
En Medicina se hicieron grandes avances en el conocimiento del funcionamiento del cuerpo humano gracias a la práctica de la disección de cadáveres. Asimismo, la mejora en las lentes también se aplicó a los microscopios. De esta manera, el holandés Leeuwenhoeck (1632-1723) fue la primera persona que observó las bacterias y los glóbulos en la sangre.
Para finalizar, por lo que se refiere a la Historia Natural se pasó de los gabinetes de curiosidades, formados por piezas y especímenes exóticos procedentes de diferentes continentes, al interés por describir e ilustrar la Naturaleza. La difusión de la imprenta y del microscopio jugaron un papel muy importante en el desarrollo de esta ciencia. Un ejemplo de ello son las obras de Robert Hooke (1635-1703), “Micrographia” (1665), en la que ilustraba con sumo detalle a pulgas y moscas, y la de Maria Sibylla Merian (1647-1717), quien investigó e ilustró la metamorfosis de los insectos.
Bibliografía utilizada
C.F. Black, Mark Greengrass, David Howarth, Jeremy Lawrance, Richard Mackenney, Martin Rady y Evelyn Welch, Atlas culturales del mundo. El mundo del Renacimiento, volúmenes I y II, Ediciones del Prado, Madrid, 1992.
Hugh Kearney, Orígenes de la ciencia moderna (1500-1700), Ediciones Guadarrama, Madrid, 1970.
Javier Ordoñez, Víctor Navarro y José Manuel Sánchez, Historia de la Ciencia, Espasa Calpe, Madrid, 2005.
Paolo Rossi, El nacimiento de la Ciencia moderna en Europa, Crítica, Barcelona, 1998.
René Taton (dir.), Historia General de las Ciencia. Volumen II. La ciencia moderna (de 1450 a 1800), Destino, Barcelona, 1972.
2 respuestas a «La Revolución Científica I. Introducción: Inicios y principales logros»