La Revolución Científica en el arte IV. Historia Natural
Como ya mencioné en la primera entrada dedicada a la Revolución Científica, hubo dos factores que influyeron en el desarrollo de la Historia Natural. Por un lado, con el Humanismo y el Renacimiento se recuperaron obras clásicas sobre esta materia, como De historia plantarum de Teofrasto (371-283 a.C.) o Naturalis historia de Plinio el Viejo (23-79 d.C.), y se profundizó en el estudio de la naturaleza, sentando las bases del método científico. Por otro lado, el contacto con los ecosistemas y culturas de África y América despertó el interés por la Geografía, la Zoología, la Botánica y las costumbres de los habitantes de estos lugares, desconocidos hasta entonces por los europeos. Por ejemplo, en 1570, el rey Felipe II nombró al doctor Francisco Hernández “protomédico general de todas las Indias, islas y tierra firme del mar océano”. Con este título, partió a Nueva España (actual México) con el encargo de estudiar la flora autóctona y, más concretamente, sus usos medicinales. Fruto de esta investigación publicó la obra Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que están receuidos en el uso de la medicina en la Nueva España.
Imagen 1. Portada de la traducción de la obra de Francisco Hernández, Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que están receuidos en el uso de la medicina en la Nueva España, México, 1615. Fuente: Biblioteca Nacional de España, ms. R/14170
El transporte de las especies animales y vegetales fue mejorando de los primeros viajes en los que se embarcaban animales, semillas, frutas y plantas enteras al desarrollo de técnicas de prensado, así como de secado y mantenimiento de especies. Estos ejemplares, así como otras piezas curiosas y raras de muy diversa procedencia, integraron las colecciones denominadas como “gabinetes de curiosidades” o “cámaras de maravillas”, que proliferaron por toda Europa durante los siglos XVI y XVII. En España sobresalieron las colecciones de Felipe II en el Escorial, la del sevillano Argote de Molina o la del aragonés Vicencio Juan de Lastanosa. Igualmente merece mención la colección del médico danés Ole Worm (imagen 2).
Imagen 2. Representación del museo de Ole Worm
En este contexto, también surgieron los primeros herbarios, libros en los que las plantas eran prensadas entre papeles absorbentes, y los primeros jardines botánicos. En la imagen 3 podemos ver representado al boticario Pierre Quthe junto a un herbario.
Imagen 3. FranÇois Clovet. Retrato del boticario Pierre Quthe, 1562. Museo del Louvre, París
Pero no solo había fascinación por conservar y atesorar los especímenes más exóticos, sino que también se aprecia un interés, cada vez más creciente, por conocer, registrar y analizar las diferentes manifestaciones de la naturaleza. Así, las publicaciones de la época, muchas de ellas fruto de las expediciones a América, están llenas de ilustraciones, que intentaban recoger de manera fidedigna la especie descrita. En este sentido, tanto la imprenta como el microscopio jugaron un papel esencial. Veamos algunos ejemplos:
El médico Leonard Fuchs (1501-1566) recogió en su obra De historia stirpium commentari insignes (1542) las cualidades medicinales de varias plantas. Escribió una segunda versión de esta obra, el Códice de Viena, que no se publicó. Fuchs va a ser uno de los primeros autores en darle importancia a las ilustraciones. Su intención era representar el arquetipo de cada planta y no variedades concretas, para que fueran reconocidas fácilmente. Para ello, contó con la ayuda de los artistas Albrecht Meyer, quien realizó los dibujos originales, Heinrich Füllmaurer y Veit Speckle, cuyos retratos aparecen al final del libro.
Imagen 4. Retrato de los artistas Albrecht Meyer, Heinrich Füllmaurer y Veit Speckle
Detengámonos en algunas ilustraciones de De historia stirpium commentari insignes y del Códice de Viena:
Imagen 5. Col lombarda y mandrágora. Códice de Viena
En la ilustración de la izquierda podemos observar una col lombarda y a la derecha una mandrágora. Ambas presentan un gran detallismo tanto en las hojas como en las raíces. Además, el autor destacaba el hecho de que la raíz de la mandrágora no tiene forma humana, desmintiendo así esta creencia popular.
Imagen 6. Cerezo. De historia stirpium commentari insignes
En la imagen 6 encontramos la representación de un cerezo. Podemos ver dos tipos de frutos de cerezo y su estado en flor.
Imagen 7. Tomatera. Códice de Viena
La imagen 7 es probablemente la primera representación de una tomatera en Europa. Ilustra todo el proceso de crecimiento, desde la flor hasta que empieza a aparecer el fruto. Hay tomates amarillos y rojos, ya que los primeros tomates que llegaron a Europa eran amarillos y apepinados.
También mostró interés por la zoología. En 1551 publicó el primer libro impreso sobre peces: Histoire naturelle des estranges poissons marins, y en 1555 publicó otro sobre aves: L’Histoire de la nature des oyseaux. Para ambos trabajos realizó observaciones y diseccionó él mismo a cientos de ejemplares. En esta última obra comparó los esqueletos de un humano y un ave (imagen 8) y clasificó las distintas especies, entre las que introdujo animales procedentes de América. Un ejemplo es la ilustración de la imagen 9, denominada Pavos, hembras y machos.
Imagen 8. Comparación de los esqueletos de un hombre un ave. L’Histoire de la nature des oyseaux
Imagen 9. Pavos, hembras y machos. L’Histoire de la nature des oyseaux
El uso del microscopio permitió observar con mucho más detalle la naturaleza, así lo demostró Robert Hooke (1635-1703) en su obra Micrographia (1665). Él mismo diseñó los microscopios que empleaba en sus observaciones, entre las que se distinguen un trozo de musgo, una pulga, un piojo, una hormiga o una mosca (imágenes 10 y 11).
Imagen 10. Pulga. Micrographia
Imagen 11. Mosca. Micrographia
Maria Sibylla Merian (1647-1717) se interesó por la metamorfosis de los insectos. Su obra más conocida es Metamorphosis, que realizó tras un viaje a Surinam, en América. Ella misma dibujó y coloreó las ilustraciones con sus hijas.
Imagen 12. Mariposas de Surinam realizadas en acuarela. Metamorphosis
Imagen 13. Representación del ciclo vital de la polilla. Incluye la planta de la que se alimenta: el bucare. Metamorphosis
Junto a estos naturalistas, también quiero mencionar a dos artistas, que, en este contexto, observaron y estudiaron la naturaleza, para reflejarla de la mejor manera posible en sus obras:
Leonardo da Vinci (1452-1519), de quien también puse algunos ejemplos cuando hablé de los progresos en el ámbito de la medicina, se caracterizó por ser una persona muy polifacética y con un gran afán por observar, descubrir y experimentar. Leonardo estuvo viviendo hasta los 17 años en una gran casa en la Toscana, donde disponía de libros para estudiar y se encontraba en contacto con la naturaleza. Cuando su padre fue nombrado podestà del palacio público de Florencia fue con él a la ciudad. Ante el talento artístico y el interés científico demostrado su padre decidió que ingresara en el taller de Andrea Verrochio, donde tenía como compañeros a Perugino, Ghirlandaio y Botticelli. En los dibujos de Leonardo podemos observar su interés por representar a la naturaleza:
Imagen 14. Leonardo da Vinci. Caballo de perfil y de frente, 1490
Imagen 15. Leonardo da Vinci. Estudio de flores, 1483
Imagen 16. Leonardo da Vinci. Ramas con racimos de bayas, 1506-08. Colección Real, Windsor
Imagen 17. Leonardo da Vinci. Dibujo de un árbol, 1500-1515
Durero (1471-1528) culminará la técnica de acuarelas, junto a colores cubrientes, durante su viaje a Venecia entre 1506-1511. Además, ampliará los colores de su paleta. Y es que el uso de las acuarelas por parte de Durero no tiene precedentes, ya que conseguía una expresión de la naturaleza caracterizada por la belleza y el detallismo. Así en obras como la Gran hierba (imagen 18) destaca como consigue una perspectiva de la vegetación tal y como sería observada por un pequeño animal o un insecto. También sobresale la arbitrariedad del crecimiento de las hierbas, que a su vez ofrecen movimiento, y cómo continúa la pintura en el agua, donde dibuja el reflejo de las ramas y las raíces. En el Ala de una Carraca (imagen 19) destacan los colores, vivos e intensos, así como el detallismo y textura de las plumas. En el caso de la Liebre y el Pequeño búho (imágenes 20 y 21) su pelaje y plumas parecen suaves y mullidas.
Imagen 18. Alberto Durero. Gran hierba, 1503. Viena Graphische Sammlung Albertina
Imagen 19. Alberto Durero. Ala de una Carraca, hacia 1500. Viena Graphische Sammlung Albertina
Imagen 20. Alberto Durero. Pequeño búho, 1508. Viena Graphische Sammlung Albertina
Imagen 21. Alberto Durero. Liebre, 1502. Acuarela. Viena Graphische Sammlung Albertina
Por último, señalar que Durero también fue un maestro del grabado. Este rinoceronte (imagen 22) llegó a Lisboa desde Goa para el rey Manuel I, quien iba a regalar este exótico animal al papa León X. Durero no vio en persona al animal, sino que lo dibujó a partir de descripciones de terceros. Esto explica que le falte un cuerno y que la piel gruesa sea representada como una armadura que envuelve y protege todo su cuerpo.
Imagen 22. Alberto Durero. Rinoceronte, 1513. Dibujo a la pluma. British Museum, Londres
Javier Ordoñez, Víctor Navarro y José Manuel Sánchez, Historia de la Ciencia, Espasa Calpe, Madrid, 2005.
José Carlos Gómez-Menor Fuentes, “El doctor Francisco Hernández, protomédico general de Indias, y otras noticias sobre médicos toledanos del siglo XVI”, Anales toledanos, 16, 1983, pp. 163-188. Disponible en línea: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2009266
José Pardo Tomás, “Escrito en la rebotica. Coleccionismo naturalista y prácticas de escritura en el gabinete de curiosidades de la familia Salvador. Barcelona, 1626-1857”, Cultura escrita y sociedad, nº 10, 2010, pp. 17-52. Disponible en línea: http://digital.csic.es/handle/10261/28862
José Ramón López Rodríguez, “Sevilla, el nacimiento de los museos, América y la botánica”, en Fernando Gascó La Calle y José Luis Beltrán (coords.), La Antigüedad como argumento II: historiografía de arqueología e historia antigua en Andalucía, Sevilla, 1995, pp. 75-98. Disponible en línea: http://museosdeandalucia.com/textos/pdf/Lopez_Rodriguez_1995b.pdf
Norbert Wolf, Alberto Durero 1471-1528. Genio del Renacimiento alemán, Taschen, Madrid, 2010.